Dando clases de ecología a estudiantes de ingeniería de primer semestre me he dado cuenta de lo difícil que puede ser comunicar conceptos fundamentales de biología a gente "del común", y de que muchas veces lo que uno describe es interpretado de formas diferentes a las esperadas. Por ejemplo, las ideas que ellos tienen acerca de qué es una especie o de cómo es que funciona la evolución son, al menos, extrañas. Pero no parecen estar solos. Yo creo que el grueso de la gente en la mayoría de los casos no entiende lo que para nosotros se da casi por descontado. He vuelto a pensar sobre esto tras leer un cuento de Ben Fountain acerca de un ornitólogo secuestrado en Colombia, publicado hace un tiempo en El Malpensante. En una carta dirigida a la revista como reacción a la publicación del cuento, Jorge E. Botero les hizo notar que éste había sido ilustrado con una serie de imágenes inadecuadas, que no correspondían a aves colombianas (ej. cacatúas australianas). Además, en su carta Jorge dice algo con lo que estoy muy de acuerdo:
"En nuestra cultura, la naturaleza es un ente abstracto alejado de la realidad. Además de que es críticamente desconocido y de cierta manera despreciado. Sabemos, por ejemplo, que estamos en el país con la mayor diversidad de especies de aves en todo el mundo, pero la gran mayoría de las personas ignora cuáles son. Su conocimiento se queda en lo abstracto. Son solo aves. Tal vez loras o cacatúas o Blue Jays."
"Esa actitud cultural ante la naturaleza y el enorme desconocimiento de ella se convierte en una de las más grandes barreras a la conservación. Es muy difícil conservar lo abstracto. Yo propongo que desde muchos frentes es necesario buscar cambios en la cultura. Hay necesidad urgente de volver la naturaleza algo real y concreto para lograr la conservación, la sostenibilidad ambiental, y de esta manera asegurar nuestro futuro."
Esa percepción abstracta que tiene la gente sobre la biodiversidad es evidente y general, por lo que muchas veces las descripciones coloquiales de la naturaleza, aún por autores educados, están plagadas de errores. Como ejemplos, hace un tiempo he estado recogiendo algunas perlas encontradas en libros de literatura colombiana. (1) En "El Síndrome de Ulises", Santiago Gamboa gasta varias páginas describiendo una situación en la que el protagonista de la novela captura un faisán, y toda la descripción -por demás muy divertida- está hecha como si el faisán fuera un ave acuática! (2) En "Proyecto Piel", Julio César Londoño dice que los pterosaurios eran aves! (3) En "Los Hombres Invisibles", Mario Mendoza describe el Chocó colombiano, donde termina perdido el protagonista de la historia, como un lugar donde existen pirañas, cacatúas, boas acuáticas y simios! (en rigor, simio no es lo mismo que mono, o mico).
Y bueno, como me lo hizo ver Iván, en una de sus canciones Shakira implica que los humanos coexistieron en algún momento con los dinosaurios. Claro, alguien diría que las expresiones artísticas no tienen que ser científicamente exactas (de hecho, la ilustración inexacta de colibríes de Haeckel que acompaña este post es espectacular). ¿Pero qué tal las declaraciones de Alan Jara, exgobernador del departamento del Meta (del Meta!), cuando al ser liberado afirmó que antes de su secuestro no sabía que en Colombia había tigres? (Bueno, tigres de los que conoce el grueso de la gente, tigres de Bengala, no hay).
Pero el desconocimiento y la percepción abstracta de la biodiversidad no sólo son evidentes y hasta graciosos, sino seguramente peligrosos para asuntos relacionados con la conservación. Por ejemplo, hace años El Tiempo me dio un espacio en su página editorial para explicarle mediante una columna de opinión a un concejal bogotano de la época (luego candidato a la alcaldía de la ciudad) que no era lo mismo tener "tinguas" Fulica americana que "tinguas" Rallus semiplumbeus en humedales supuestamente restaurados por el distrito en Bogotá. No sé si entendió.