martes, 13 de julio de 2010

10,000 Visitas

Increíble o, al menos, inesperado. Y gracias!

lunes, 12 de julio de 2010

Evolution 2010

Hace ya varios días se terminó Evolution 2010, el congreso conjunto de tres importantes sociedades científicas: Society for the Study of Evolution, Society of Systematic Biologists y American Society of Naturalists. Aunque hace años había querido hacerlo, esta fue la primera vez que participé en este congreso y bien valió la pena; definitivamente creo que seguiré asistiendo.

El congreso, como lo había anticipado, fue enorme y no era muy fácil hacer contactos y conocer gente. Fue más bien la oportunidad de ver una gran cantidad de charlas (y bueno, de perderse 11 por cada una que uno lograba ver!) y aprender bastante. Dicen que en el congreso de hace un año un tema dominante fue el del uso de aplicaciones de modelamiento de nicho a preguntas evolutivas; este año, definitivamente, el tema más caliente fue la aplicación de nuevas técnicas de secuenciación y de enfoques genómicos (o transcriptómicos) para abordar toda clase de preguntas evolutivas. Hace unos meses escribí acá que, en un tiempo, buena parte de lo que se ha venido haciendo con datos basados en secuencias de uno o pocos genes para abordar preguntas evolutivas estaría obsoleto y parece que ese tiempo va cumpliéndose rápidamente. Por eso, volví con muchas ideas y ganas de aprender para ir empezando a reinventar un poco lo que hacemos.

Hubo conferencias muy buenas y variadas; de las no magistrales (pero sí parte de simposios) las que más disfruté fueron las de Amy Angert (con mis amigos John Paul y Seema Sheth como coautores) sobre la divergencia fenotípica en los márgenes de las distribuciones geográficas de plantas del género Mimulus y la de Renée Duckworth sobre todo lo que a uno se le podría occurrir en relación con la evolución de estrategias de colonización en una especie de ave. Ambas presentaciones mostraron una cantidad enorme de datos generados para contestar varias preguntas claves en ecología evolutiva, muy impresionantes.

Las charlas magistrales fueron dictadas por los presidentes de cada una de las sociedades. Primero, Jonathan Losos, presidente de ASN, habló del uso y el abuso de las filogenias en la biología comparada, enfatizando cómo muchos enfoques filogenéticos pueden ser poco útiles y en algunos casos contraproducentes para tratar de resolver preguntas evolutivas. En particular, criticó el uso de filogenias moleculares para reconstruir estados de caracteres ancestrales (cosa que él hizo muchas veces en el pasado) y para estimar tasas de especiación y extinción sin datos del registro fósil, insistió sobre la importancia de no suponer que las especies cercanamente emparentadas son ecológicamente similares e hizo bastante énfasis en el hecho de que la filogenia no es más que un patrón, abogando por la abolición del término restricción filogenética (i.e. phylogenetic constraint). La verdad, al margen de que todo lo que dijo parecía sensato, me pareció un poquito superficial y el mensaje fue algo obvio: para usar filogenias en estudios evolutivos, hay que usarlas bien - quizás la charla hubiera sido más novedosa y efectiva en un congreso de ecología. Al día siguiente habló John Huelsenbeck, presidente de SSB. La verdad no entendí muchos de los detalles sobre su exposición del uso de modelos en sistemática filogenética, pero sí me pareció interesante su argumento que desde un punto de vista de selección de modelos, el método de parsimonia es quizás el menos parsimonioso de los que existen para reconstruir filogenias, ya que a diferencia de los modelos de evolución molecular, la parsimonia tiene una cantidad enorme de parámetros. Finalmente habló Allen Orr, presidente de SSE. Orr sugirió que el estudio del origen de las nuevas especies parece no haber generado ideas radicalmente nuevas en los últimos tiempos a diferencia de lo que sucedió hace unas décadas y fue más allá para sugerir que una diferencia importante entre la física y la biología evolutiva es que en la primera se avanza generando ideas radicales nuevas que rápidamente son refutadas y reemplazadas por otras ideas, en la biología evolutiva el status quo parece prevalecer. Orr también se atrevió a proponer la hipótesis de que en los casos en que los mecanismos de aislamiento entre las especies operan antes de la cópula, es probable que la fuerza predominante en la especiación sea la selección natural, pero que en casos en que las incompatibilidades entre especies son post-cópula, procesos como la deriva meiótica serían los responsables del origen del aislamiento reproductivo.

Al margen de todo lo anterior, lo que más me impresionó del congreso fue la gran participación de biólogos evolutivos colombianos. Aunque la creación de la red ColEvol hace unos años y los dos eventos que esta red ha organizado gracias al trabajo de Margarita Ramos y Cristina López, entre otros, demostraron hace un tiempo que la biología evolutiva colombiana está en un nivel bastante alto y cada vez mejor, lo que vi en el congreso me impresionó muy positivamente. Primero, la cantidad de participantes colombianos fue muy grande y sin duda bastante mayor que la de cualquier otro país latinoamericano. Además, la calidad de las presentaciones y diversidad de temas que abordaron los investigadores nacionales basados en Colombia y en el exterior fue sobresaliente. Creo que hace unos pocos años, nadie se hubiera imaginado que en una reunión como esta habría colombianos presentando sobre temas tan diversos como sistemática de corales, dieta y toxicidad de ranas venenosas, evolución de la variación individual en estrategias de comunicación, evolución fenotípica en una familia de aves, especiación ecológica en un gradiente de elevación, origen y evolución de una variedad invasora de arroz, filogeografía comparada de aves basada en modelos coalescentes, reconstrucción de árboles de especies basados en secuencias de varios loci, demografía experimental de insectos herbívoros al recibir nuevas dietas, modelos coalescentes de inversiones cromosómicas, evolución de incompatibilidades híbridas en Drosophila, evolución de patrones de color en ranas, evolución de la socialidad e hipercarnivoría en cánidos, barreras al flujo genético entre especies de girasoles, expresión de genes candidatos involucrados con el color en mariposas, evolución y variación geográfica en señales químicas en abejas, evidencia genética de especiación por hibridación en mariposas, el efecto de las tasas de diversificación sobre el patrón espacial de diversidad de aves suramericanas, restricciones del desarrollo y su efecto sobre la evolución de la alometría en polillas, evolución de historias de vida y de la forma del cuerpo en peces, adaptación acústica en ranas, diversidad genética en poblaciones sexuales y asexuales de caracoles, y seguro algunos más que se me pasan (recibo adiciones). No se, pero parece que vamos bien!

viernes, 25 de junio de 2010

Nueva Ave Colombiana y el Costo de la Prioridad

Bueno, acá va lo del tema aburrido y triste. Hace un tiempo salió a la luz un escándalo relacionado con los hijos del presidente Uribe y su participación en negocios en los que aparentemente se favorecieron obteniendo privilegios que difícilmente tendrían ciudadanos comunes y corrientes. En el debate que ese escándalo suscitó, me impresionó oir a un funcionario público, el Ministro de Hacienda de Colombia, defender el proceder ético de la familia Uribe en esos negocios afirmando que "la ética es la ley". Por supuestamente no haber hecho nada comprobadamente ilegal, la actuación de los Uribe no era criticable desde un punto de vista ético.

Yo, en cambio, creo que la ética es bastante más que lo que quiso implicar el Ministro y por eso quiero invitar a quienes leen este blog a que conozcan la historia que Gary Stiles y yo, editores de Ornitología Colombiana, hemos descrito en el editorial del nuevo número de la revista, publicado esta semana por la Asociación Colombiana de Ornitología. La otra cara de la historia la encontrarán en editorial de la revista de la Fundación ProAves que salió el mes pasado. Ustedes juzgarán.


Todo lo que se ha publicado sobre la nueva especie y que vale la pena leer por su interés científico lo encontrarán en el artículo de Diego Carantón y Katherine Certuche publicado en Ornitología Colombiana. Ellos seguramente no serán invitados a un evento de gala en la residencia de la Embajadora de Colombia en Washington para celebrar su descubrimiento y documentación de esta espectacular nueva especie. Sin embargo, sospecho que somos muchos los que creemos que con ellos se cometió una injusticia enorme y que la comunidad ornitológica colombiana recordará siempre este episodio y el proceder de los involucrados. Ojalá algo así no vuelva a suceder nunca. Muchas felicitaciones a Diego y Katherine por su descubrimiento.

Escribo esto desde un hotel de carretera en las montañas de Oregon camino al congreso
Evolution 2010. Promete estar muy bueno y escoger qué ver no se será fácil: habrá 12 sesiones de charlas simultáneas por cuatro días y van cerca de 1800 personas. Espero escribir acá sobre el evento pronto.

jueves, 10 de junio de 2010

La Observación de los Pájaros

En cerca de una semana publicaré acá una entrada sobre un tema muy triste y aburridor, pero importante, así que vale la pena ambientar la cosa con una entrada más light. Cada cuatro años, me asalta una sensación que se parece mucho a la de la noche antes del primer día de colegio: mañana empieza el mundial de fútbol! ¿Y qué tiene que ver el fútbol con la biología, que es el tema de este blog? Bueno, poco, aunque desde un punto de vista ornitológico algún vínculo hacen la Gallina Calle, el Pelícano Banguero, el Pájaro Juárez (y, ahora, el Carpintero), el finado Palomo Usurriaga, el Aguilucho Quiñonez y el polifacético Manimal Cortés, entre otros. Y la lechuza Tyto alba volando por el Metropolitano hace una semana, cuando el Junior de Barranquilla se coronó campeón del torneo colombiano, algo simbolizará.

E
n realidad, la mejor conexión entre fútbol y ornitología que conozco (gracias a Andrés Gómez) es La Observación de los Pájaros, del genial Roberto Fontanarrosa. Que lo disfruten, y que disfruten el mundial:

"Uno
abre la puerta y sale a la calle con un infierno escarbándole las entrañas. Afuera, la siesta del domingo transcurre silenciosa y quieta, como si no pasara nada. Y no pasa nada, hermano, no pasa nada. Si después de todo, es apenas un partido más. Un partido más entre los miles de partidos que han jugado los clásicos equipos rosarinos. ¿O acaso uno piensa o alguien se acuerda de cómo salieron en el primer partido del año 75? ¿O en el segundo? Ni uno mismo lo sabe. Ni se acuerda. Son emociones momentáneas, pasajeras. Intensas pero fugaces. Un dolor profundo, una alegría enceguecedora pero que al día siguiente se va, desaparece sin dejar huellas físicas visibles, como la varicela. Seguro que no hay casi nadie en la cancha. Casi vacío el Parque. Mañana dirá el diario que el partido concitó poco público. Que la campaña irregular de los sempiternos rivales, la promesa de un mal partido y la amenaza de un nuevo empate alejó a las parcialidades, por supuesto. No tiene importancia el partido. Si se pierde, habrá un chisporroteo urticante durante un rato, alguna carcajada extemporánea, una mirada sobradora, pero nada más. Nada más. Pero será un empate. Quedan 45 minutos apenas, si es que ya ha empezado el segundo tiempo. 45 minutos. Pero ¿cómo es posible que tarden tanto en pasar 45 minutos? ¿Cómo puede ser que se transformen en una eternidad inacabable? La cosa es no mirar el reloj. No mirarlo nunca. Entonces, de pronto, cuando uno en un reflejo natural y entendible de animal urbano mira el cuadrante, ya han pasado 40 minutos o 43, no queda nada. Dos minutos apenas, un suspiro, una minucia de tiempo, un preámbulo mísero al gesto altivo del árbitro que levanta la mano derecha y muestra a los jugadores, a la tribuna y al mundo que adiciona dos minutos solamente, que le importa un carajo que haya habido ocho de demora por choques y turbamultas y que está dispuesto a cortar el clásico lo antes posible con la tranquilidad de haber sacado el partido sin problemas mayores ni expulsiones injustas. Es así. Pero lo más jodido son los primeros 20 del segundo tiempo, eso es lo jodido, uno cavila. Allí todavía los equipos quieren llevarse los dos puntos y el local especialmente, carajo, se lanzará al ataque obligado por su condición de dueño de casa. ¡Y los nuestros son tan boludos que siempre se desconcentran en los primeros minutos! Entran dormidos, no encuentran las marcas, les meten goles imbéciles tras un rebote. Goles boludos... ¿Qué es eso? ¿Qué es eso? ¡Un bocinazo! ¡Hay un gol! ¡Alguien festeja! Si se escucha otra bocina no quedan dudas, ya se celebra... Pero no hay nada. Vuelve el silencio. Uno camina y percibe un golpeteo sordo, un tam-tam opresivo desde el lado de adentro del pecho. La boca pastosa ¿cómo mierda pueden tardar tanto en pasar 45 minutos? Si uno va a comer por ejemplo, o a tomar un café y está allí, al pedo, charlando, mirando a la gente, distraído y de pronto cuando mira el reloj, ya se le ha pasado más de una hora. ¿Cómo es posible esa diferencia de densidad en el tiempo? Es más, hace muy poco, digamos ayer sin ir más lejos, uno estaba en el patio de su casa jugando a los soldaditos y ahora, de golpe y porrazo, ya tiene la edad que tiene y se le ha caído el pelo de la cabeza. Hace horas prácticamente, se reunía con los compañeros de la secundaria festejando la finalización del quinto año, estrechab la mano de Podestá, jodía con Carelli y de pronto, en un soplo, está aquí, caminando por las calles del barrio como un prófugo, como un linyera, como un fugitivo, tratando de que pase de una buena vez por todas ese puto clásico con el resultado que sea. Eso mismo. El resultado que sea. Victoria, empate o derrota. Incluso derrota. Porque la derrota, cuando se acepta, cuando se instala, invade el cuerpo como una medicina amarga pero relajante, resignada. Lo que a uno lo destruye es la ansiedad. Dos semanas, tres semanas, cuatro, esperando que llegue el día preanunciado. Séptima fecha de las revanchas. Y lo inapelable de lo indefectible. Esa bola en el estómago que se va formando en los comentarios previos, durante el partido con Vélez, durante el partido con Ferro, durante el partido con Boca, en torno al clásico que se acerca. La fiesta de la ciudad... ¡justamente! Se van a la concha de su madre con la fiesta de la ciudad. Feliz es ese perro que cruza la calle. Se oyen incluso las pisadas acolchadas de sus patas sobre el empedrado, tal es el silencio de la siesta. No sabe nada del fútbol, no sabe nada del clásico, no le importa un sorete el resultado. ¿Y eso? Alguien gritó. Sí. Alguien gritó. En una casa cercana se elevó un grito. ¿Hombre o mujer? Si es mujer puede que no haya pasado nada. Un reproche a su hijo tal vez. Si es de un hombre puede ser un gol. Aunque hay muchas mujeres terriblemente fanáticas también. Es más. Son las peores con las cosas que les gritan a los jugadores en la cancha. La casa es humilde. Puede ser gol de Central, entonces. El barrio es un reducto canalla. Pero ahora está todo muy mezclado. Antes los verduleros eran de Central y los oligarcas leprosos. Pero ahora uno ve conchetos que son canallas y unos grones impresionantes que son leprosos. Se ven incluso niños con la rojinegra muchas veces. No hay seguridad por lo tanto de que ese grito de alborozo provenga de un centralista. De todos modos, no se repite. Uno mira hacia el entorno como un indio. Olfatea el aire, para las orejas, gira la cabeza buscando indicios en el aire. No se puede sufrir tanto. Tal vez sea mejor ir a la cancha. Uno está allí in situ, en el lugar propiamente dicho de los hechos. Enclavado en medio de la popu, mirando lo que pasa, sin necesidad de adivinar nada ni de que se lo cuenten. Pero hay que ir muy temprano, cuando empieza la reserva. Y pararse y sentarse, y pararse y sentarse y pararse y sentarse cada vez que hay una situación de gol hasta que al fin se paran todos para siempre y se termina esa historia. Hay que estar más entrenado que los jugadores, carajo. Estrujado, además, por la sudorosa multitud bajo el sol inclemente del estío. Y ver el insufrible espectáculo de los lepras cubiertos de banderas gigantescas, saltando y gritando como demonios en la bandeja de enfrente. Porque no se puede ir a las plateas y correr el riesgo de quedar sentado junto al enemigo. Y después, la otra, la verdad: de visitante, sea en la Bombonera, en el Gasómetro o en el Monumental, es muy pero muy probable que te rompan el culo. Históricamente ha sido así. Y el regreso es duro. Pero lo peor es la radio. Es mucho peor que ir a la cancha. Es como pelearse con un tipo en una habitación a oscuras. Los relatores asumen la responsabilidad frente a sus oyentes, y más que nada frente a sus anunciantes, de dotar de dramatismo al espectáculo, esa verdadera fiesta del fútbol rosarino. Por lo tanto, los remates siempre salen rozando los maderos, las atajadas siempre revisten la condición de milagrosas y los ataques en profundidad despiden invariablemente un definitivo aroma a gol. Hay que guiarse entonces por el estallido de la tribuna, allá, en el fondo. El rumoreo de la indiada como telón de fondo del tipo que transmite. Uno escucha el “Uhhh” que se transforma en “Ahhh” cuando todavía el relator no ha alcanzado a gritar que esa pelota se viene como balazo de pedo o que volvimos a perder una ocasión irrepetible. Uno escucha el estallido lejano cuando el tipo aún está anunciando que llega el centro y ya sabe que el grandote de ellos saltó y te la mandó a guardar. En la cancha al menos, uno ve dónde está el wing, dónde se fue esa pelota y a qué distancia real del arco se desarrolla la jugada. Aunque también está el recurso de escuchar otro partido y esperar la conexión con Rosario. River-San Lorenzo por ejemplo, que conectará a cada momento con la emoción que se vive en el Parque Independencia en otra edición de uno de los clásicos más antiguos de nuestro fútbol. Pero allí la cosa suele ser peor. El corazón está inerme ante el sablazo fatal de la noticia. Antes por lo menos, con Fioravanti —un caballero de la radiofonía deportiva— alguien te anunciaba: “Atento Fioravanti”. “¡Atento Fioravanti!” llamaba un tipo. Entonces uno se agarraba de las almohadas, por ejemplo —si estaba tirado en la catrera— daba una vuelta carnero sobre el lecho, mordía la sábana y aguardaba, como un pelotudo, como un cordero ante la destreza final del matarife, el golpe artero. Podía ser que llamaran desde otra parte, supongamos, desde Platense en Manuela Pedraza y Cramer, después de todo. O bien desde el coqueto estadio Atlanta, para anunciar un gol de un ignoto puntero izquierdo. A veces uno, antes, un segundo antes, percibía detrás de aquel llamado cobardemente anónimo el corto e inusual estallido del público, de algún público, más parecido al sonoro griterío de los locales que al apagado de los visitantes y entonces intuía, detectaba, temía, que el llamado fuese desde Rosario. Y para colmo, Fioravanti demoraba la conexión comentando, preciso y atildado, que en esos momentos, los bravos muchachos azulgranas estaban armando la barrera, la empalizada, el valladar, el muro de contención... Pero aquel anuncio, el “¡Atento Fioravanti!”, alertaba el espíritu, prevenía la psiquis y disponía el terreno para recibir el dolor supremo o la alegría enceguecedora. En cambio ahora no. Ahora, de buenas a primeras descaradamente, crudamente, ferozmente, un desaforado se mete en la transmisión vociferando “¡Gol de Boca!” y a la mierda. Uno queda aterido, trémulo, abofeteado, pensando que en esas tres palabras pudo haber cambiado el sentido de la vida, el eje del movimiento del mundo y el sentido mismo de nuestra existencia sobre la Tierra. Por eso, por preservación tal vez, uno puede decidir que no quiere saber absolutamente nada sobre el partido. No quiere verlo ni escucharlo, ni siquiera enterarse del resultado hasta el momento exacto del pitazo final. ¿Por qué? Porque uno sabe que todo sufrimiento tiene un límite, que su cansado corazón no podrá aguantar el trámite, que la angustiosa transmisión radial se sumará a la tensión propia hasta alcanzar ribetes intolerables y que prefiere, en suma, conocer el marcador ya puesto de un impacto seco, un manotazo duro, un golpe helado. Sin embargo encerrarse en un ropero, en la piecita chica de la terraza, puede ser ocioso. El sonido radial es finito, incisivo, líquido y se filtra por las paredes. Usted conoce que su vecino suele estallar en un mugido estremecedor ante los goles. y están también las lejanas bombas de estruendo. Y las bocinas... El cine puede ser. El cine es una opción. Pero siempre habrá en la platea casi desierta del domingo a la siesta, filas más atrás, otro cobarde con una radio portátil incrustada en el oído. Uno, sensibilizado como un animal en carne viva, pese a las tinieblas lo ha visto y asume desde ese mismo momento, que Sharon Stone podrá ponerse en bolas una y mil veces, que Michael Douglas podrá agarrarse los huevos contra una puerta en repetidas ocasiones, pero que, a uno solo lo tendrá sobre ascuas ese mínimo canturreo oscilante y rápido que más que escuchar, adivina y que proviene de la radio del hijo de mil putas de la fila de atrás que hubiese podido elegir otro cine para refugiarse. Por eso, ahora uno está en la calle. Intentó ver televisión y fue lo mismo. Tomó café, dio vueltas por la cocina pero el tiempo se había detenido en la casa como aquel tiempo que diseñara Bioy Casares en La invención de Morel. De pronto hubo una explosión, clara, inequívoca. Una bomba de estruendo. ¡Aquello era un gol, sin duda alguna! Se levantó de la silla y giró varias veces en torno a la mesa, cautivo del infernal desasosiego. En la cocina la radio, apagada, muda, lo esperaba. ¡Podía ser un gol de Central y uno estaba ahí, como un boludo, sufriendo al pedo! Y si era ol de Newells mala suerte. La resignación, sabía, habría de invadirlo comouna melaza reparadora. Hubo que correr hasta la radio y encenderla. El dial capturaba un programa musical, insensible a los problemas medulares de la sociedad. Uno buscó locamente con el dial. Apareció una propaganda gritona y vertiginosa. ¡Era allí! “Vamos a la boca del túnel” indicó un tipo. Atrás, el rumoreo. No había excitación en los comentaristas, no había exaltación ni clamoreo. “El empate está bien, hasta el momento” sentenció otro. Era el entretiempo y cero a cero. Algún pelotudo descerebrado había hecho explotar aquella bomba perturbando a la gente en su descanso, atentando contra la vecindad inocente. Uno apagó la radio, casi con rabia ante su ataque de debilidad. Cuarenta y cinco minutos nomás para el final del suplicio. No se podría aguatar allí adentro. La adrenalina recorría el cuepo como uno de esos carritos multicolores que suben y bajan, endemoniados, por las Montañas Rusas. Había que salir. Caminar. Hacer algo. Ya deben ir como 20 del segundo. Ya seguro los equipos se conforman con el empate. Más vale no arriesgar, quedarse en el molde, cuidar atrás. Un punto es negocio para los dos, ni vencedores ni vencidos, la ciudad tranquila. Todos contentos. Pasa, veloz, un auto. Su conductor lleva el gesto adusto ¡Puede ser otro hincha de Central que está escuchando el resultado tan temido! Sí, a uno le parece haber visto el péndulo de un escarpín azul y amarillo colgando del espejito... ¡Suena una bocina varias veces! Puede ser el inicio de un festejo u, ojalá, el auncio fatal de un accidente... ¡Ladra un perro! Tal vez se alarmó ante el salto gozoso de su amo, lepra insigne... ¡Atruena el escape abierto de una moto! ¿O son petardos? ¿Hay gol de alguien? ¿Será alborozo ajeno o fuego propio? Uno recupera, de pronto, aquel instinto primario y animal que infructuosamente trataran de legarnos nuestros ancestros aborígenes. Comienza a rastrear señales en la copa de los árboles, a adivinar conductas en la actitud de los animales, a bucear respuestas en los indicios de la naturaleza, en la interpretación del vuelo de los pájaros. Desde una persiana cerrada llega la bocanada fugaz de un relator de radio. Uno apura el paso pero la voz lo persigue como un misil de cabeza inteligente. ¿Qué inflexión ignota había en su voz? ¿La entusiasta y exitista del cronista ante la vibración de una victoria? ¿La cadencia monótona y desilusionada ante la mediocridad de un nuevo empate? Uno es un radar, es una antena, es el cervatillo frágil que eleva el morro húmedo en la espesura, el oráculo que adivina el destino en la lectura sutil de los guijarros. Recuerda sin duda la última tarde en que se perdió —catastróficamente— un clásico. Aquella mañana previa al hecho los perros ladraron alocados, las aves enmudecieron y los gatos tuvieron un comportamiento errático y equívoco revolcándose, aparatosos, sobre sus propias heces. Deben ir, uno calcula, 30 minutos, media hora. Que todo siga así, en calma chicha, que no cambie ¡Otra vez una explosión, otra de estruendo! ¡Que la corten con eso, pelotudos! Ya se la hicieron correr una vez y era mentira. Tiran por tirar. Para hacerlo cagar a uno en las patas, nada más. Aunque sabe que si se confirma un gol de Central lo va a gritar. Solo y en la calle, como un pavote, seguro que pega un salto y se lo grita. Sí señor. Es toda un avalancha de presión que tiene acá, en la boca de la garganta, eperando salir, atragantada. Dobla lentamente un auto, el conductor lo mira y va hacia uno. Es el Negro Mario. ¿Qué quiere este boludo? ¿Por qué aminora la marcha, por qué lo mira? Mario saca media cabeza por la ventana, la menea y sonríe con una mueca triste. “¡Que verga que somos, hermano!” dice. Un estilete de hielo le baja a uno desde el pecho hasta la entrepierna. “¿Qué pasa? ¿Perdemos?” pregunta. “Uno a cero”. “Qué va a hacer” dice uno, supuestamente filosófico, medio como si no le importara, como si hubiera salido a caminar porque quiere reflexionar tranquilo sobre el devenir humano en el próximo milenio. Mario acelera y se va. Uno está destruido, pulverizado. Un hachazo feroz lo ha partido por el medio. “Qué va a hacer” se repite ¡Una mierda “Qué va a hacer”! ¡Mañana y pasado y toda la semana viendo en la televisión ese gol puto! Y el festejo, y el salto interminable de los lepra, y la pila de jugadores rojinegros celebrando. Y eso si es un solo gol, después de todo. Porque por ahí Central se va a la desesperada a buscar el empate y se come cuatro. Decí que falta poco... Y aguantarse la cargada de Marini. La cara de sobrador del pelado Vega. Los mil chistes malos que brotan como hongos después de cada derrota. El “¿Sabés cómo le dicen a Central?”. Hay que meterse en la cama y no salir por 20 días. Eso hay que hacer, la puta madre que lo reparió ¿Para qué carajo uno se pone esa remera mugrienta, la blanca con el dibujo del oso panda, que lo acompañara en tres victorias? ¿Para qué mierda se la pone uno? De ahora en adelante, no los ayuda más, así de claro. No los ayuda más. Después de todo ¿qué tiene que ver uno con ellos, con el equipo? ¿Juega acaso? ¿Uno entra a la cancha y juega, acaso? Son once muchachos medianamente conocidos y a la mierda. Nada más. Apenas eso. Hay cosas más importantes en la vida. Si a uno se le estuviera muriendo la madre en este momento, poco y nada de bola le daría al clásico. Un clásico que no pasará a la historia, de eso no hay duda. Uno de tantos. ¿Cuánto va? Ya debe estar por terminar, casi seguro. Ahora sí, que pase algo. Alguna otra explosión, algún otro dato que permita aferrarse a una ilusión momentánea por lo menos. Aunque después resulte otro gol de Ñuls, mirá l que te digo. Un dos a cero no es goleada, un dos a cero... ¡Hay otra explosión, otra bomba de estruendo! ¡Y ahora otra, y otra más! Terminó. No cabe duda. Se acabó el clásico y nos ganaron. La reputísima madre que lo reparió. Y bueno, ya pasó. Hay cosas peores. Seguimos arriba, de todos modos, en la estadística. Se oscureció la tarde, está nublado. Ojalá que llueva y se arruine todo. Que nadie ande por la calle. Sale un chico de una casa y después otro. El primero, en cueros grita “¡Vamos Central, todavía!”. Un relampagueo de flash lo ilumina a uno por dentro. Se le saca la garganta. Balbuceante alcanza a preguntar, “¿Terminó?”. “Uno a uno” dice el chico, “empató Central sobre la hora”. Uno camina, ahora aterido, por inercia, por instrumental. ¡Central sobre la hora, carajo! ¡Central sobre la hora! No grita. No hace un gesto. No levanta la mano. El grito le explota adentro como una bomba de profundidad ¡Vamos canallas, todavía! Parece mentira. Uno hubiese pensado que iba a saltar, desencajado; brincar sobre una verja, treparse a un árbol como un simio, escalar por un balcón hasta una terraza. Pero no. No es para tanto. No era tan terrible, después de todo. Tal vez no tan importante. Pero una sensación de lasitud, de calidez, de infinita paz interior lo va invadiendo cordialmente. Ya está a una cuadra de su casa. Tiene hambre, tiene ganas de ver a su madre, de estar con sus amigos, de acariciar la cabeza de los niños que juegan en la vereda, futuro de la Patria. La tarde está clara, plena de sol y hasta más fresca. Uno se detiene un momento antes de entrar a abrir la puerta y cruza un par de frases con su vecina. Le pregunta por las flores que está regando, por la dimensión insólita que ha alcanzado la enamorada del muro. Comprende, de pronto que esa vieja hinchapelota y mal llevada, no es tan mala. Por lo contrario, es muy simpática. Entra por fin y va hasta el baño, antes de prender la radio para oír, de punta a punta, los comentarios finales. Orina. Se lava las manos, se mira en el espejo. Tiene más de mil nuevas canas en las sienes. Hay dos arrugas novedosas y profundas en la frente. Las ojeras se han tornado más oscuras. Uno ha envejecido cinco años otra vez, igual que siempre. Todo por un clásico, apenas. Un partido de fútbol, simplemente."

jueves, 3 de junio de 2010

Posición Postdoctoral Disponible

El Departamento de Ciencias Biológicas (DCB) de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia) busca llenar una posición para un investigador y docente postdoctoral que se vincularía como profesor visitante de tiempo completo por un año a partir del segundo semestre de 2010. Los aspirantes deben poseer título de Ph.D. y se dará preferencia a aquellos investigadores que tengan interés en vincularse a algún grupo de investigación del DCB para su estancia postdoctoral.

Se espera que el candidato seleccionado ayude a fomentar nuevas perspectivas y enfoques de investigación científica en el DCB mediante investigaciones colaborativas o independientes en asocio con uno o varios profesores del DCB. El candidato seleccionado también actuará como colega de otros profesores y como mentor para estudiantes de pregrado y posgrado. Las responsabilidades docentes de la posición incluyen dictar un curso introductorio de ecología para estudiantes de carreras distintas a Biología en cada uno de los semestres académicos del año, así como en el período intersemestral. El profesor visitante además podrá dictar cursos o talleres adicionales en temas que sean de su interés.


La posición se ofrece por un año, con la posibilidad de extenderse a un año adicional dependiendo del desempeño del investigador y de la situación presupuestal. Los candidatos deberán estar en disposición de iniciar actividades el 1 de agosto de 2010.

Enviar hoja de vida y dos cartas de recomendación antes del 30 de junio de 2010 a:
'

Comité de Contrataciones Profesorales

Departamento de Ciencias Biológicas

Universidad de Los Andes

ccontbio@uniandes.edu.co

Posición en Genética Poblacional

El Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de los Andes en Bogotá, Colombia, busca candidatos para una plaza de profesor asistente / asociado en Genética de Poblaciones. El candidato seleccionado estará vinculado al Instituto de Genética y Filogeografía. Los candidatos deben poseer título de doctorado, preferiblemente con experiencia postdoctoral, y contar con una amplia producción científica. Estamos especialmente interesados en candidatos con conocimiento en genética molecular de poblaciones, teoría de coalescencia, genómica o biología computacional. El candidato seleccionado deberá impartir un curso de pregrado en genética, conjuntamente con cursos de posgrado en su área de especialidad y la supervisión de estudiantes de pregrado, maestría y doctorado en el Departamento de Ciencias Biológicas.

El Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de los Andes ofrece uno de los mejores programas en Biología y Microbiología de América Latina y en él trabajan 26 profesores investigadores de tiempo completo. Cuenta con múltiples programas de investigación reconocidos a nivel internacional, como genética de la especiación, genómica microbiana, filogeografía, bioinformática, ecología evolutiva, genética humana y sistemática molecular. El Instituto cuenta con un laboratorio de genética molecular y el Departamento dispone de una unidad de secuenciación centralizada. El Departamento ofrece un ambiente joven, dinámico y vibrante con un crecimiento rápido. El último año se contrataron cinco nuevos investigadores.

Los candidatos interesados deben enviar un curriculum vitae, una descripción de su línea de investigación y una declaración breve de su experiencia y filosofía docente (preferiblemente en un solo documento PDF) al siguiente correo electrónico: ccontbio@uniandes.edu.co
La fecha límite para la entrega de documentos es el 31 de julio de 2010. A los candidatos seleccionados se les solicitarán cartas de recomendación y copias de sus publicaciones recientes. Si necesita información adicional, por favor no dude en contactar a:

Andrew J. Crawford

Instituto de Genética de Poblaciones y Filogeografía
Departamento de Ciencias Biológicas, Universidad de los Andes

Tel. +57 1 339-4949 x2751

Email: aj.crawford244@uniandes.edu.co
Web: http://dna.ac


Comité de Contrataciones Profesorales

Departamento de Ciencias Biológicas

Universidad de Los Andes

ccontbio@uniandes.edu.co

miércoles, 14 de abril de 2010

Respiración y Crocopatos

ResearchBlogging.org
I next cut the wing through the os humeri in another fowl, and tying up the trachea, as in the cock, found that the air passed to and from the bones by the canal in this bone

(J. Hunter, 1758)

Creo que el único artículo de mis días de estudiante de pregrado del que conservo una copia en papel que todavía consulto es el clásico de Schmidt-Nielsen sobre cómo respiran las aves. Ese artículo (altamente recomendado!) resume las particularidades del sistema respiratorio de las aves, que incluyen la presencia de sacos aéreos y huesos huecos conectados al sistema respiratorio, además de la capacidad de hacer fluir el aire en una sola dirección. Por mucho tiempo, se ha sugerido que las características particulares del sistema respiratorio de las aves lo harían especialmente eficiente para extraer oxígeno del aire, e incluso varios autores propusieron que esas características podrían haber sido el resultado de presiones de selección natural impuestas por el vuelo, una forma de locomoción energéticamente costosa. Sin embargo, hace unos años se demostró que los sacos aéreos, los huesos huecos y el flujo unidireccional de aire no son características únicas de las aves, sino que también estaban presentes en dinosaurios terópodos no voladores, un dato que esencialmente condujo a rechazar la hipótesis de que estas estructuras habían evolucionado como adaptaciones relacionadas con el vuelo (1). Por si fuera poco, el año pasado se publicó nueva evidencia fósil que indica que miembros del grupo de organismos más cercanamente emparentado con los dinosaurios (incluyendo a las aves), los pterosaurios, tenían también huesos huecos y sacos aéreos (2), lo que implicaría que el origen de esas características probablemente se dio en una fase mucho más temprana de la evolución de los arcosaurios (el grupo que incluye a las aves, los demás dinosaurios, los pterosaurios y los cocodrilos). Bien, Science publicó recientemente un hallazgo que nos obliga a mirar aún más atrás. El artículo demuestra que el flujo unidireccional de aire tampoco es único de las aves, ni de los descendientes del ancestro común más reciente compartido por las aves y los dinosaurios: esta parece ser también una característica de la respiración de los cocodrilos!

¿Y? Bueno, a mi esto en sí mismo me parece un dato muy interesante pues refuerza la idea de que para entender la biología de cualquier grupo de organismos, en este caso las aves, es clave conocer la historia evolutiva de linaje al que pertencen. El sistema respiratorio particular de este grupo bien podría haber facilitado la evolución del vuelo (probablemente no es coincidencia que dos de los tres grupos de vertebrados voladores -aves y pterosaurios- sean arcosaurios), pero claramente no surgió como una adaptación para volar. Y de otro lado, si el sistema respiratorio altamente modificado y eficiente con el que hoy cuentan las aves existe desde la época en que existió el ancestro común más reciente de todos los arcosaurios, otras hipótesis sobre la historia de la vida en la Tierra parecen empezar a recibir apoyo: se ha propuesto (4) que la supervivencia de los arcosaurios en períodos de concentraciones bajas de oxígeno podría haber sido facilitada por su sistema respiratorio altamente eficiente y que esto podría explicar por qué este grupo no fue tan afectado como muchos otros en el evento de extinción masiva de finales del Pérmico (5).

En otro tono, el hallazgo de que los cocodrilos tienen flujo de aire unidireccional como las aves es quizás lo más cercano a la evidencia de un crocopato, el animal que el actor y ahora ultracristiano y antievolucionista Kirk Cameron (y retrasado mental, según esta página web) sugirió debería existir si la teoría de la evolución fuera cierta. Las dos imágenes siguientes, que coincidencialmente me mandó anoche mi papá, llegaron en el momento justo. Si alguien es lo suficientemente morboso como para querer conocer el argumento del crocopato en detalle, al final hay un (triste) video de Cameron.



Farmer, C., & Sanders, K. (2010). Unidirectional Airflow in the Lungs of Alligators Science, 327 (5963), 338-340 DOI: 10.1126/science.1180219

lunes, 22 de febrero de 2010

Congreso Brasilero de Zoología

El blog lleva demasiado tiempo inactivo (trataré de escribir con más frecuencia de ahora en adelante), así que acá va una entrada breve para desempolvarlo. Hace unos días regresé de mi primera visita a Brasil, donde estuve participando en un simposio sobre avances en filogeografía de aves neotropicales organizado por mi colega Alexandre Aleixo como parte del Congreso Brasilero de Zoología en la ciudad de Belem. Este congreso era el número 28 de su tipo; en Colombia hasta ahora se está planeando el tercero...

Pude asistir a menos conferencias de las que hubiera querido (y a ninguna fuera de nuestro simposio salvo las presentaciones magistrales), pues todas eran presentaciones largas y había muchas sesiones simultáneas, pero hubo un par de temas bien interesantes en las discusiones. El primero tenía que ver con el origen del curso actual del Río Amazonas. La hipótesis tradicional que han sostenido geológos como Carina Hoorn (quien estaba en nuestro simposio e hizo la presentación de su nuevo libro sobre la Amazonía) es que el Amazonas como lo conocemos ahora (i.e. corriendo de occidente a oriente) existe hace bastante tiempo, más de 10 millones de años (1). Por el contrario, otro grupo de investigadores liderado por Kenneth Campbell, propone que la evidencia del Amazonas antiguo se basa en interpretaciones erróneas y que el río sería mucho más joven, del orden de 2.5 millones de años (2). Lo interesante es que varios análisis de filogeografía de aves amazónicas presentados en el congreso por Aleixo, Camila Ribas y Joel Cracraft muestran separaciones entre poblaciones ubicadas a cada lado del río, que de acuerdo con análisis basados en relojes moleculares, datarían de hace cerca de 2 millones de años. Esto parece apoyar el escenario geológico de Campbell y sugiere que la diversificación de la biota amazónica podría haber sido bastante más reciente que lo que hasta ahora se ha creido. Vamos a ver en qué termina el debate.

El otro asunto sobre el que aprendí bastante es el de las aplicaciones de las nuevas técnicas de secuenciación de ADN, un tema de actualidad sobre el que ya hablamos acá alguna vez, y que fue reseñado hace poco con un número especial de la revista Molecular Ecology (ver también esta evaluación sobre las aplicaciones de estas nuevas técnicas a estudios en ornitología). Todavía hay mucho por aprender sobre esto, pero la posibilidad de generar casi todos los datos necesarios para nuestro proyecto sobre filogeografía de aves de tierras bajas con distribuciones a ambos lados de los Andes (nuestros colaboradores Robb Brumfield y John McCormack están trabajando en esto) en sólo una corrida es bastante emocionante. Todavía me cuesta imaginar cómo será eso y cómo analizar la montaña de datos que este tipo de cosas generan, pero bueno, ya nos llegó la hora de montarnos al bus. Lo otro que impresiona sobre esto es el precio cada vez menor de la secuenciación: oí decirle a alguien que ya hay compañías que pueden secuenciar un genoma humano completo por cerca de 2000 dólares en consumibles (casi increible considerando lo que costó el Proyecto Genoma Humano)...

Al final del congreso estuvimos viendo aves en un sitio llamado Utinga (dentro de Belem) con Juan Parra, Luciano Naka y Swati Patel. Logré ver un par de "lifers", aprendimos sobre una iglesia mesiánica que propende por el bienestar de los animales (los pollos son sacrificados mientras oyen música clásica) y sobrevivimos a las cobras, las oncas y la lluvia, sin duda gracias a la protección que nos dieron las autoridades locales como lo muestra la foto (lamento que está desenfocada, pero tenía que poner esta donde sale un ciclista que ninguno de nosotros sabe quién es).