por Iván Jiménez y C. Daniel Cadena
(No sabemos de quién es la foto del toro de lidia. La foto del otro animal de la misma especie viene de esta reseña interesante sobre el origen de este animal domesticado).
En una entrada anterior presentamos una serie de puntos que, desde la perspectiva de la biología, arrojan serias dudas sobre la validez de los argumentos que enfatizan la conservación de las especies y la biodiversidad en defensa de las corridas de toros en Colombia. Aquí desarrollamos el primero de estos puntos:
"El toro de lidia no es una especie sino una variedad, una raza. Referirse al toro de lidia como especie implica asignarle un grado de diferenciación evolutiva que no posee y, por ende, mayor prioridad para la conservación de la biodiversidad de la que tiene.
La noción de especie es esencial para entender la diversidad biológica, así como para definir estrategias para su conservación. Por esto, la palabra especie no debe usarse ligeramente como lo han hecho aquellos que han defendido la continuidad de las corridas de toros aduciendo que si éstas se prohibieran se causaría la extinción de "la especie del toro de lidia". La importancia del término especie en el contexto de la conservación de la biodiversidad es evidente en el sistema desarrolado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) para la categorización de los organismos silvestres según su riesgo de extinción. Este sistema distingue explícitamente las especies de otras entidades biológicas como las subespecies y razas, le asigna mayor prioridad a las especies que a las subespecies o razas, y consulta expertos para evaluar qué tan ampliamente aceptadas son las definiciones de especie que se utilizan como base para determinar el riesgo de extinción (1). La importancia del término especie es igualmente evidente en la evaluación de la situación de las especies de animales domesticados llevada a cabo por la Comisión de Recursos Genéticos para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas, que distingue explícitamente las especies de las subespecies y las razas (2). Esta comisión señala que la asignación de recursos para la conservación de las razas agropecuarias debe formularse tomando en cuenta el contexto más amplio de las especies. Todo esto deja claro que es importante utilizar la palabra especie de manera correcta.
Al menos como punto de partida, los participantes en el debate sobre las corridas de toros deberían reconocer las especies aceptadas ampliamente por las clasificaciones taxonómicas formales que recopilan los resultados de las investigaciones científicas pertinentes, tal como como lo ha hecho al menos un columnista de opinión. De acuerdo con la clasificación taxonómica de mamíferos más ampliamente aceptada (3), los toros de lidia no se consideran miembros de una entidad suficientemente diferenciada como para tratarlos como representantes de una especie distinta de la de la vaca. Del mismo modo, la Comisión de Recursos Genéticos para la Alimentacíon y la Agricultura de las Naciones Unidas considera que los toros de lidia son una raza de vaca (4). Quienes tengan interés en desviarse de esta clasificación taxonómica de forma válida deberían, por lo menos, identificar explícitamente cuál de las varias acepciones del término especie empleadas en biología adoptan, así como las consideraciones empíricas que sustentan la desviación de la taxonomía aceptada. A continuación describimos en qué consiste la noción de especie en biología, exploramos por qué los toros de lidia no son generalmente considerados como una especie, y analizamos qué significaría y qué implicaría suponer que el toro de lidia es una especie, en contra de las clasificaciones taxonómicas formales ampliamente aceptadas por los biólogos. En ausencia de esa reflexión, el argumento protaurino basado en "la conservación de la especie" difícilmente será válido.
Distintos elementos de las acepciones del término especie vigentes en la biología han sido discutidos continuamente al menos desde el siglo XVII. Estas discusiones han contribuido notablemente no sólo a entender qué es una especie (ontología), sino también a comprender cómo reconocer y delimitar las especies empíricamente (epistemología). Actualmente existe un consenso relativamente amplio entre los biólogos en torno a una noción de especie muy general según la cual las especies son poblaciones (conjuntos de organismos) o grupos de poblaciones que evolucionan separadamente de otras poblaciones o grupos de poblaciones (5). Esta noción de especie, que describe el tipo de entidad que una especie es, puede aplicarse empíricamente mediante varias definiciones o “conceptos” de especie, que describen los criterios metodológicos mediante los cuales se decide si una entidad biológica puede considerarse una especie distinta de otras entidades biológicas. Por ejemplo, las especies de animales y plantas son frecuentemente definidas como un conjunto de individuos que se encuentran aislados reproductivamente de otros conjuntos de individuos. De acuerdo con esta definición (conocida como el "concepto biológico de especie", probablemente la definición de especie empleada en la práctica con mayor frecuencia por la mayoría de biólogos), distintos organismos son de la misma especie si frecuentemente (y no excepcionalmente) pueden cruzarse entre sí y dar origen a descendencia viable y fértil en su ambiente natural. Esta definición de especie enfatiza el aislamiento reproductivo como una barrera al flujo de genes entre organismos, que delimita grupos de individuos que comparten un acervo genético distinto del de otros grupos de individuos. Dado su aislamiento reproductivo, estos grupos tienden a evolucionar separadamente y a formar unidades distintas en términos de sus características fenotípicas (morfológicas, fisiológicas y de comportamiento) y ecológicas (relación con el ambiente abiótico y con otros organismos). Si se adopta esta definición, el toro de lidia no sería una especie sino una variante de la vaca, la especie Bos taurus, pues los toros de lidia pueden aparearse con otras variedades de vacas y engendrar descendencia fértil. La ausencia de aislamiento reproductivo entre variedades de vacas ha sido apreciada por los naturalistas al menos desde los tiempos de Darwin.
Aún cuando los toros de lidia no están aislados reproductivamente de otras variedades de vaca (en el sentido enfatizado por el concepto biológico de especie), de acuerdo con algunas definiciones de especie uno podría argumentar que el toro de lidia sí debería considerarse como una especie aparte. Por ejemplo, es posible definir especies como grupos de individuos que comparten una linea de ascendencia y descendencia, y que se pueden distinguir de otros grupos de individuos por algún rasgo diagnóstico (sea fisiológico, morfológico, de conducta o genético); esta definición es una de las versiones del "concepto filogenético de especie". Si se sustenta empíricamente que los toros de lidia se ajustan a esta definición, podrían considerarse como una especie. Estudios recientes sugieren que varias razas de vacas pueden diferenciarse mediante análisis genéticos (6). Más aún, vacas criadas para las corridas de toros en distintas ganaderías podrían ser diferenciables genéticamente (7) , lo cual sugiere la posibilidad de que incluso existan varias especies de toros de lidia de acuerdo al concepto filogenético de especie. ¿Cuáles serían las consecuencias prácticas en términos de la conservación de la biodiversidad de adoptar dicho concepto de especie y considerar a los toros de lidia como una (o inclusive varias) especie(s)? En principio habría que aplicar tal definición de especie consistentemente a través de un amplio espectro de organismos. Así pues, habría que reconsiderar la delimitación de muchas especies y muchos grupos de organismos que hoy se consideran especies pasarían a ser considerados conjuntos de especies diferentes. No tendría sentido, por ejemplo, considerar al toro de lidia como una especie sin conceder también el estatus de especie a otras razas de vacas que presentan grados similares de diferenciación genética, como cebú hindú, sayaguesa, vaca canaria, vaca palmera, mirandesa, mallorquina, menorquina, bruna de los pirineos, pasiega, serrana de teruel, pirenaica, betizu, mostrenca o garvonesa, entre otras (8). Tal práctica tendría que extenderse a razas de otros grupos de bóvidos y, más ampliamente, de otros mamíferos y de animales, plantas y otros organismos. El número de especies reconocidas resultaría enorme, mucho más grande que el ya considerable número de especies reconocidas hoy en día (9) . En general, adoptar una definición de especie como esta conduciría a reconocer muchas más especies poco diferenciadas entre sí, a una “inflación taxonómica” (10). A su vez, tal situación resultaría en un incremento notable en el número de especies que se considerarían amenazadas de extinción y, como algunos aducen, en una mayor dificultad para financiar y priorizar las agendas para la conservación de la biodiversidad (11).
No insinuamos que una definición de especie es mejor que otra. Varias definiciones de especie son útiles porque en conjunto contribuyen a describir los resultados de los procesos evolutivos, especialmente de la especiación (generación de especies). Sin embargo, es importante identificar cuál de las varias definiciones de especie se utiliza, ya que las estrategias de conservación deben tomar en cuenta la definición de especie en la que están basadas. Por ejemplo, cuando las estrategias para la conservación de la biodiversidad se basan en el concepto biológico de especie (probablemente el caso más común), es importante tener en cuenta que una especie puede incluir poblaciones que están evolucionando en direcciones distintas a pesar de no estar completamente aisladas reproductivamente. Idealmente, en aquellos casos, se debería procurar la conservación de poblaciones que representen la variación existente dentro de una especie (12). Esta es la razón por la cual la conservación de las razas de animales domesticados tiene como objetivo representar la variación de la especie a la que pertenecen; al representar la variación de las especies domesticadas se busca maximizar el mantenimiento del potencial evolutivo de dichas especies (13). Es importante anotar que varias razas pueden ser sustituibles (redundantes) en relación con este objetivo. La conservación del toro de lidia no es necesariamente indispensable para la conservación de Bos taurus pues otras razas podrían suplir su eventual ausencia. Por otra parte, si se adoptara el concepto filogenético de especie, sería clave considerar que varias especies pueden exhibir poca diferenciación aún si son diferenciables de otras. Por lo tanto, al establecer las prioridades para la conservación de la biodiversidad (suponiendo que no es posible conservar todas las especies) se debería minimizar el grado de redundancia de diferentes especies en términos de la variación genética, fenotípica y ecológica. En ese sentido, así representara una especie distinta, el toro de lidia no parecería ser merecedor de esfuerzos especiales de conservación ya que la desaparición de otras especies de vacas (también definidas según el concepto filogenético de especie) de características similares es improbable. De forma más general, es ampliamente aceptado que al asignar prioridades para la conservación de la biodiversidad se deben tener en cuenta, además del estatus taxonómico de especie, varios aspectos de la historia evolutiva, incluyendo qué tan cercanamente emparentados y qué tan distintos fenotípicamente son diferentes grupos de organismos (14).
En resumen, cuando se habla de conservación de la biodiversidad, es importante utilizar la palabra especie de forma adecuada porque las estrategias ampliamente acordadas para la conservación de la biodiversidad están basadas en la distinción explícita entre las especies y otro tipo de entidades, como las subespecies y razas. Estas estrategias enfatizan el uso de clasificaciones taxonómicas formales y ampliamente aceptadas, ninguna de las cuales considera al toro de lidia como una especie. Las especies tienen mayor prioridad para la conservación de la biodiversidad que las subespecies o razas. La idea de que las entidades biológicas ampliamente aceptadas como especies son las que merecen particular atención de los conservacionistas no sólo es la práctica que más frecuentemente implementan los biólogos de la conservación, sino que también es una idea ampliamente difundida entre el público general. Por lo tanto, aludir a la conservación de la biodiversidad y referirse al toro de lidia como especie sin explicar la razón que justifica tal desviación de la taxonomía aceptada crea la impresión de que el toro de lidia es más diferenciado evolutivamente de lo que en realidad es, y por ende crea la impresión de que este grupo de organismos merece mayor prioridad para la conservación de la biodiversidad de la que verdaderamente tiene.