La forma en que el ejército colombiano dio de baja al hipopótamo Pepe en el Magdalena Medio, la manera como fueron presentadas las imágenes de la cacería en los medios y el tono con el que funcionarios de CORANTIOQUIA y el Ministerio de Ambiente (etc.) salieron a declarar abierta la temporada de caza de hipopótamos en Colombia no fueron, digamos, las salidas más adecuadas y elegantes. Como todos los seres vivos, Pepe tenía derecho a vivir, así fuera un descendiente de animales traidos al país por uno de los peores seres humanos que haya existido en estas tierras; un mínimo de respeto con el animal y su significado habría sido deseable. Sin embargo, por encima del magnicidio de Pepe, a mi me parece mucho más grotesca y más insultante con los derechos de los animales una corrida de toros, pero como como carne y tengo otras costumbres que conducen a tratar cruelmente a otros animales (así no los vea), no creo que esté en posición ética para criticar el comportamiento de quienes gustan de espectáculos como la tauromaquia o de quienes no vieron problema en llenar de plomo al hermoso animal en Antioquia. Lo que sí creo estar en posición de hacer es comentar sobre las curiosas reacciones que la situación de Pepe y los demás hipopótamos han suscitado.
Periodistas de alto perfil, incautos que se agolpan alrededor del Ministerio a protestar, así como un enorme grupo de personajes conectados a través de FaceBook (1,2) están absolutamente indignados con la situación, y un conglomerado de colombianos cada vez más grande hasta clama por la renuncia del Ministro de Ambiente (etc.) y de los funcionarios que dieron la orden de ejecutar a Pepe. Falta que empiecen a indagar por los autores materiales del cruel acto y empiecen a pedir condenas ejemplares para ellos, como las que se piden para un personaje público que dice haberse equivocado ingenuamente emborrachándose, manejando un carro en estado de embriaguez, cargando un revólver y encima disparándolo, asesinando a un personaje que le dice la verdad en la calle.
Me parece perfecto que la gente se preocupe por el bienestar de los hipopótamos y de todos los demás animales, pero el escándalo alrededor de este tema deja ver que vivimos rodeados de miopes, o peor, de ignorantes o de hipócritas. ¿Cuántos de los que piden la renuncia del Ministro habían considerado pedir algo siquiera similar como consecuencia de la entrega que entidades del estado están haciendo de los páramos de nuestras cordilleras a empresas de explotación minera? ¿O por cuenta del impacto ambiental que tienen las fumigaciones con glifosato sobre los ecosistemas, directamente afectando el agua, la flora y la fauna (y por ahí derecho la gente) e indirectamente promoviendo la tumba continuada de bosques para establecer nuevos cultivos ilícitos por parte de familias que no tienen otras oportunidades? ¿O por la autorización (explícita o no) a terratenientes de varias regiones del país para convertir ecosistemas naturales en plantaciones de palma de aceite? ¿O por no tener una política clara de reducción de emisiones para mitigar el calentamiento global que terminará por acabarnos a todos? ¿O, por ponerlo en los mismos términos de la discusión actual, por no hacer nada por frenar el asesinato continuado y en números enormes de animales tan o más carismáticos como el hipopótamo, y que además tienen el plus de ser propios de nuestro país, como los jaguares, pumas, dantas, micos churucos, paujiles, tortugas charapas y tantos más? Si alguno no lo había hecho (y especialmente si hasta ahora se entera que en Colombia pasa todo eso e incluso que hasta tenemos jaguares -¿qué será una danta?-), es claro que su posición ante el caso Pepe no es filosóficamente consistente.
Parte de esa inconsistencia tiene que ver con la incapacidad de distinguir entre la ética de los derechos de los individuos animales y la ética de la conservación de la diversidad biológica, un mal del que sufren incluso muchas personas del área ambiental. En el caso de las especies exóticas (exótico queriendo decir que no es propio de un lugar, como el africano Pepe en Colombia, no exótico como la belleza exótica de nuestras chicas) que terminan convirtiéndose en invasoras y afectando los ecosistemas nativos, muchas veces esas dos visiones éticas van en clara contravía. Así lo demuestran los agresivos esfuerzos por erradicar animales no nativos en lugares como Australia o Hawai. Pero una causa más simple de la inconsistencia que describí es simplemente que el grueso de la gente no conoce nuestra biodiversidad, ni los reales problemas ambientales a los que se enfrenta la sociedad colombiana. Mea culpa: los biólogos y ambientalistas nos rajamos en educar a la sociedad sobre estos temas.
Ahora se viene la novela de Pepa y Pepito. Ya comienza la movilización nacional por el respeto a la vida de los dos hipopótamos que quedan sueltos en el Magdalena, varios zoológicos expresan su voluntad de recibirlos, empresas dicen estar dispuestas a invertir dinero para cubrir los costos de capturarlos y transportarlos. Qué bueno sería que los que se movilizan con su voz y con su plata lo hicieran del mismo modo para las causas relacionadas con nuestro entorno natural que de verdad deberían preocuparnos.
[La caricatura de Chócolo fue tomada de El Espectador]
7 comentarios:
EXCELENTE ARTICULO .... Esperamos q las personas dejen a un lado su proteccionismo y entiendan de manera clara lo q sucede y las posibles soluciones REALES q esta problematica presenta
pobre el comentario y sobre todo errado, en Colombia no hay superpoblacion de especies no nativa y menos de hipopotamo y el que parece que va en contra via del sentimiento generalizado, en todo el mundo, de preservar la vida silvestre eres tu, que pareces un profesional mediocre y torpe.
En Colombia sucede que, donde uno se manifieste ante los ministerios por la asignación de grandes áreas de territorio para la explotación de cualquier índole; lo meten al computador de Reyes, le rastrean intercambio de correspondencia electrónica y minutos de telefonía satelital con Chávez y Piedad Córdoba, le buscan complicidad soterrada con Murcia y Holman Morris; y dicen que eres uno o una más de los que trabajan con Jojoy para conspirar contra el gobierno central y tomarse el palacio de justicia para borrar los expedientes que los involucran en asuntos de lesa humanidad e inicar de cero la historia de Colombia.
Por eso es mejor pegarse de denuncias sin mayor repercusión geopolítica como las del hipopótamo o los tatuajes en la ingle de Marbel.
No solo eso, sino que además, deberíamos preocuparnos más por lo que se acaba rápido, como la democracia. Los norteamericanos y europeos han explotado sus recursos por unos dos siglos y, mal que bien, ahí vamos. Pero el respeto a los derechos de las personas, nuestros similares, nuestros iguales, cada vez se ven más menguados: la miseria campea al galope y nadie dice nada, se asesinan jóvenes en cualquier municipio del país y nadie pide renuncias a ningún gobernante, etc (la lista es muy larga).
Creo que el anónimo (aunque por anónimo no debería ser tenido en cuenta), se equivoca. Nada más equivocado que el sentimiento generalizado, no solo es vacío y superflúo, sino que además es borreguero, alienante y embrutecedor. LLeva incluso a que alguien llegue a decir, con poco cerebro, que este comentario es pobre y errado. Pues disiento completamente: no es pobre, tiene información suficiente y es crítico del absurdo que se ha armado alrededor de una simple bestia; pero además, no es errado, menciona lo que debe mencionar, habla de asuntos pertinentes y llama a la razón.
La semana pasada salió tímidamente en la prensa una noticia sobre cacería de jaguares en Colombia pero se quedaron calladitos los que hicieron tanta bulla con la muerte de los hipopótamos. Uno supondría que los jaguares son lo suficientemente carismáticos como para que se desatara otra bomba mediática, verdaderamente justificada. ¡Ah! pero esperen, no eran leones ni tigres de bengala, en cuyo caso seguramente hubiese ocurrido otro megaescándalo.
Por la reacción exagerada a raíz de la muerte de Pepe, el ministerio tuvo que meternos la mano al dril para llegar a esto.
Todo esto gira alrededor de los conceptos del sistema educativo básico, en el que Diversidad Colombiana es igual a safari en África. Y de ahí en adelante todo es un error en una serie de errores, tan tristes como las vacías y poco fundamentadas opiniones del personaje X anónimo.
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