jueves, 14 de abril de 2011

Colombia en el Mapa de la Ecología del Norte de Sur América


Nigel Pitman y sus colegas publicaron hace poco un análisis de la cantidad y distribución geográfica de investigaciones ecológicas hechas en la región andina y la Amazonía entre 1995 y 2008. No se qué tan representativo sea el análisis del esfuerzo general de investigación y publicación a nivel regional pues se basa sólo en artículos de dos revistas (Biotropica y Journal of Tropical Ecology), pero algunos aspectos de los resultados son interesantes. Lo primero que llama la atención es el siguiente mapa, que muestra dónde se han hecho los estudios publicados; el tamaño de los círculos es proporcional al número de publicaciones.

El mensaje general del mapa es que la distribución geográfica de las investigaciones no es uniforme: en la Amazonía, áreas como Manaus (Brasil) y los parques nacionales del Manu (Perú) y Yasuní (Ecuador) parecen bien estudiadas, pero hay áreas muy amplias en las que no se ha concluido (i.e., publicado) ningún proyecto de investigación. Por ejemplo, dicen Pitman et al., los bosques de guadua del suroeste de la Amazonía permanencen casi inexplorados a pesar de tener una extensión mayor a la del Reino Unido! En Colombia, resalta especialmente como un área de relativamente alta productividad el Parque Nacional Natural Tinigua (en buena parte producto de trabajos de mi colega Pablo Stevenson y sus colaboradores en la tristemente desaparecida estación de la Universidad de los Andes) y no mucho más. Hay algunas publicaciones de sitios en Caquetá y Amazonas, pero los puntos son pocos y hay grandes áreas (ej. el departamento de Putumayo) donde no se ha hecho nada. Primer mensaje: hay muchas áreas por estudiar y la productividad colombiana podría mejorar para ponernos a tono con sitios de estudio de países vecinos.

Mirando simplemente el mapa y contrastando la situación en Colombia con la de sus vecinos, podríamos pensar que estamos relativamente quedados. Sin embargo, la siguiente figura, que muestra el número de publicaciones por unidad de área hace ver el panorama colombiano un poco mejor, al menos en la región andina.

Pero de todas formas parecemos relativamente rezagados. ¿Puede uno interpretar que el análisis de Pitman y sus colegas indica que la capacidad investigativa de Colombia verdaderamente está por debajo de la de Ecuador y de Perú y es sólo marginalmente superior a la de Bolivia? Con todo el respeto que merecen los investigadores de países vecinos, yo creo probablemente no. Un detalle importante que estas figuras por sí solas no muestran es quién hizo las investigaciones. Una gran parte de la investigación de sitios claves como el Manu o Yasuní fue liderada por extranjeros, particularmente de Estados Unidos. En cambio, muchas, si no la mayoría de las publicaciones de Colombia han sido lideradas por investigadores nacionales. En términos del desarrollo de la ciencia nacional, yo pensaría que un número de publicaciones moderado pero liderado por científicos nacionales es preferible a muchas publicaciones lideradas por extranjeros que, con frecuencia, poco contribuyen a formar investigadores locales.

Lo que sí me parece preocupante es que aún con una ventana de tiempo tan corta como la de este análisis, resulta evidente que Colombia no tiene investigación ecológica a largo plazo enfocada en sitios puntuales monitoreados constantemente, lo que es clave para poder entender, predecir y eventualmente mitigar problemas relacionados con fenómenos como el cambio ambiental global. Mensaje final: tenemos demasiado por hacer...