La revista Science publicó esta semana una nota periodística en relación con el escándalo sobre la nueva especie de Grallaria descubierta por Diego Carantón y descrita por primera vez por la Fundación Proaves en un artículo en el que Diego no apareció como coautor. La nota de Science es bastante escueta, más un artículo noticioso que de opinión, pero tiene una declaración muy reveladora del saliente director ejecutivo de Proaves, quien afirmó que ellos necesitaban poder nombrar la especie para conseguir dinero... Hoy me entero de que Proaves acaba de publicar un editorial en su revista en el que defiende su actuación en la historia. Además, responden a varios de los puntos que Gary Stiles y yo abordamos en nuestro editorial en Ornitología Colombiana, y hacen contra mí varias acusaciones adicionales.
Creo que el desgaste ya ha sido suficiente y es momento de pasar la página con todo esto, por lo cual no voy a responder específicamente a apartes en los que Proaves cuestiona mi profesionalismo y mi honra. Por lo mismo, tampoco voy a contestar la insultante carta que George Fenwick (presidente de American Bird Conservancy -ABC- y homenajeado con el nombre de Grallaria fenwickorum) remitió al editor de Birding Magazine en respuesta a una carta que yo había mandado anteriormente en la que clamaba por una aclaración pública de parte de Proaves y quienes los apoyan, incluyendo a ABC. Ya tenemos las respuestas y dejemos que la gente decida qué posición toma.
Un detalle que sí quiero aclarar, que aparece tanto en la carta de Fenwick a Birding como en el editorial más reciente de Proaves, tiene que ver con la relación que hubo entre el rompimiento de las negociaciones para la publicación de la nueva especie y el nombre con el que se bautizaría. La razón por la que yo me aparté del proceso, como lo expliqué en el editorial del año pasado, fue que me enteré que gente de Proaves estaba distorsionando mi participación en la discusión ante al menos un miembro de su consejo internacional. Yo no quería apropiarme de ningún descubrimiento, ni desconocer el trabajo de Proaves; quería que quienes merecían crédito lo recibieran y quienes merecían autoría pudieran participar de todo lo que involucra escribir y publicar un artículo científico. Pero ante la deshonestidad reinante en la discusión, me aparté y supuse que eso dejaría el camino libre para que entre Proaves y Diego Carantón llegaran a un acuerdo. Sólo después de haber renunciado a participar fue que le dije a Diego que, al final, yo no quería participar de un homenaje a Fenwick, por razones ya explicadas. Con todo esto, a lo que voy es a que el rompimiento de mi participación en el proceso no fue por el nombre, como se ha aducido. Y el de Diego mucho menos. El mío fue porque me cansé de lidiar con oídos sordos y deshonestidad. El de Diego, como ya se explicó también, se debió a que Proaves le hizo una propuesta inaceptable, que implicaba que él no tendría control sobre el manuscrito producido con base en su descubrimiento. He pensado si debería empezar a divulgar los correos que intercambié con Proaves en todo ese tiempo, empezar una suerte de wikileaks para que la gente conozca mejor el orden cronológico, el tono y la dirección de todas las discusiones en que participé. Eso aclararía muchas de las cosas que parecen confusas desde afuera, pero sería echar leña al fuego y hoy pienso que es mejor pasar la página.
Sin embargo, comento sobre otro asunto: yo no he acusado a Proaves de hacer actividades sin los debidos permisos. Pregunté retóricamente si tendrían permiso, pero no afirmé nada. Así como ahora pregunto ¿dónde está el espécimen de la nueva especie de búho que ellos coleccionaron? Parte del proceso responsable de colección científica incluye depositar los ejemplares en un museo de historia natural donde puedan ser cuidados adecuadamente para que puedan estudiarse a lo largo de los años. No soy quién para exigir respuestas, por eso sólo lanzo la pregunta al aire. Y lo hago porque me parece muy curioso cómo Proaves a lo largo del proceso parece cambiar de posición sobre asuntos fundamentales, como su política en cuanto a la colección de especímenes. En un momento dado, ellos no tenían problema con publicar la descripción con Diego como coautor. Eso implicaba que, que la colección de ejemplares hubiera sucedido (i.e. coleccionar vs. no coleccionar) y que no estuviera cobijada por un permiso (i.e. coleccionar con permiso vs. coleccionar sin permiso) no eran problemas de fondo que impidieran acuerdos, pero más tarde la emprendieron en público contra Diego con acusaciones muy fuertes basadas en esos dos asuntos. Ahora Proaves dice en su nuevo editorial que no se opone a la colección científica y que la colección del búho en cuestión fue hecha legalmente; fantástico, pero para completar el proceso de coleccionar especímenes legalmente es necesario entregarlos debidamente preservados a una colección científica registrada ante las autoridades ambientales. No estoy implicando que no lo hayan hecho, ojalá sí. Estoy implicando que si uno va a esgrimir una posición anti- o pro- colecta, sea por razones éticas, de conservación o de ley, debe ser consecuente con esa posición.
Finalmente, quiero comentar sobre por qué yo he sido un "activista" en esta telenovela en la que ahora me tildan hasta de instigador de un boicot... Con franqueza, yo no necesitaba inteferir, como Proaves lo describe, por ningún interés personal; simplemente, mi actuación ha reflejado que creo que a los jóvenes biólogos que excluyeron de la publicación de la nueva especie (por las razones que sea, haya Diego violado su contrato y la ley o no) les hicieron un gran daño y esta injusticia no era necesaria. Que la gente dentro y fuera del país conociera el otro lado de la historia era importante, especialmente por la manera en que Proaves presentó la historia de Diego en su editorial original en Conservación Colombiana. Ése era mi interés.
Contrario a lo que por ahí afirman, yo no estoy haciendo lobby para que el nombre Grallaria urraoensis se establezca. Bueno, Diego y Katherine Certuche han dictado charlas (en una de las cuales yo fui coautor) en las que, naturalmente, por cómo se desarrolló la historia, emplearon el nombre que ellos le pusieron a la nueva especie y no el de quienes les salieron adelante con la publicación. Para resarcir el daño hecho a Diego y Katherine, a mi me me encantaría que urraoensis se impusiera sobre fenwickorum (una cosa es el código de nomenclatura, otra los aspectos éticos y el rigor científico de las descripciones). Pero si lo que prima son las normas de prioridad y éstas dictan que el nombre será el de Proaves, bien, se aceptará con el tiempo (ej. el SACC lleva meses esperando que alguien presente una propuesta para considerar el reconocimiento de la nueva especie y nadie lo ha hecho, contrario a lo que se ha afirmado).
Al final, sigo pensando que a Diego le atropellaron sus derechos morales en relación con su descubrimiento de una forma que a mi me parece éticamente deplorable. Para Proaves, esto no es cierto pues nunca dejaron de mencionar que él fue el descubridor, aunque lo hicieron en un texto pobremente escrito en el que menoscabaron su buen nombre de manera ostensible. Para unos, la ética es la ley. Para otros, como yo, es más que eso. E incluye el deber de denunciar.