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De literatura conozco muy poco, pero me acabo de leer la nueva novela del escritor antioqueño Tomás González, La Luz Difícil, y me encantó. Hermosamente triste, o tristemente hermosa. ¿Y por qué escribo esto acá? Bueno, ya había usado el espacio del blog antes para referirme a las descripciones inexactas de la naturaleza de algunos autores colombianos que denotan poquísima familiaridad con el entorno natural. Bueno, aparte de todo lo bueno que tiene la novela de González, tiene algunos pasajes en los que se refiere a animales y a ambientes naturales que me impresionaron no sólo por bonitos, sino por lo bien escritos y por exactos:
"... Cuando dejo de ver, y cada vez me pasa más a menudo, me acuesto, le digo a Ángela, la señora que viene a ayudarme en la casa, que por favor me ponga una compresa húmeda sobre los ojos y la frente, y me concentro en oír el ruido de los pájaros o pongo música. De todos los sonidos de pájaros, el que más me llama la atención es el de los azulejos. El de aquí no es el mismo Blue Jay de los Estados Unidos: es mucho más pequeño aunque igual de vivaz y agresivo. Su trino es muy agudo, extremadamente articulado y ligeramente ofuscador, como la música para piccolo, y uno pensaría que el registro es a veces tan alto que parte del canto queda inaudible para oídos humanos. No es un canto bello, sino complejo. Y el que sea un registro tan alto hace también que no le prestemos demasiada atención y oigamos en cambio pájaros de canto más terreno, sobretodo a los copetones o gorriones, que son los más locuaces sobre la Tierra: la plaga del trino, digamos, así como las palomas vendrían a ser la plaga del vuelo..."
"... A esa misma hora, aquí en La Mesa, por los árboles dan vueltas los murciélagos. Los de esta región son de una especie pequeña, y tienen una manera inocente de volar, que recuerda a las mariposas. Se alimentan de bananos y mandarinas. Yo salgo a mirarlos al corredor trasero -o a saber que están allí, mejor dicho, pues poco los veo ya-, sentado en una silla de tijera, de las de director de cine, con una cerveza que Ángela me trae antes de irse, servida en un vaso cervecero que mantiene en el congelador. Detrás de los árboles se abre el abismo sobre el cual planean durante el día los gallinazos. Siempre ha sido esta la hora más difícil de mis días desde que tengo memoria. También lo era en Nueva York, donde salía a tomarme un trago en silencio en algún bar de los menos concurridos. Siento aquí la belleza de la hora, claro, sus medias tintas, me encanta la presencia de los murciélagos en la penumbra, pero me abruma a veces la melancolía. «Ya te dio el autismo», decía Sara cuando me veía encender el primer Pielroja, servirme el ron o la cerveza que me tomo cada día, y quedarme ensimismado mucho tiempo aquí en el corredor. Y aunque no me considero particularmente romántico ni sentimental, lo cierto es que es esta la hora en la que más la extraño y me atormenta su ausencia..."
"... Me quedé en el corredor, en mi silla de director de cine, con lona color de girasol. La gran soledad es como un lienzo, aparentemente vacío, engañosamente vacío. A las siete de la noche entré a la casa y cerré puertas y ventanas, tanteando un poco los pestillos y las aldabas, pues de noche mi visión empeora. Me senté en el sillón de cuero. Sentí frío y fui a buscar el suéter grueso de alpaca que me dio Sara antes de venirnos de Nueva York (cómodo, caro y bonito, como todo lo que regalaba). Me senté otra vez en el sillón y me quedé inmóvil, tal vez treinta minutos. Entonces un grillo empezó a cantar bellísimo, como si fuera la presencia de la Presencia, en algún lugar de la sala. Son unos grillos oscuros, nocturnos, feos, con algo de cucaracha y voz muy poderosa que no a todos gusta. Y mi gran soledad se llenó de pronto con el universo entero..."
¿Ah?
2 comentarios:
Lo bonito de la bioacústica
Fue uno de mis libros vacacionales... Espectaculaar!! Y también quedé aterrada con esas descripciones!! Me quedo con hermosamente triste!
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