miércoles, 5 de agosto de 2009

Nueva Especie de Ave Llanera: ¿Cuántas Más Habrá?

Una de las explicaciones clásicas de la alta diversidad de los ecosistemas tropicales en comparación con la de ecosistemas de zonas templadas es que los organismos tropicales tienen nichos más estrechos (i.e. son más especializados), lo que permite "empaquetar" un mayor número de especies en un área particular. En las aves de las tierras bajas neotropicales, el grado de especialización en el nicho alcanza niveles impresionantes. Por ejemplo, varias especies insectívoras sólo consiguen su alimento en medio de hojas secas suspendidas en la vegetación, varias más lo hacen siguiendo ejércitos de hormigas y otras nunca se encuentran fuera de parches de plantas de bambú. Otro extremo de especialización son las aves que se encuentran restringidas a la vegetación que crece sobre tipos de suelo particulares, como las arenas blancas de los alrededores de Iquitos (Perú) que pude visitar hace algunos años (foto por Carlos García tomada en nuestro viaje) y donde gracias al trabajo de José Alvarez Alonso, Bret Whitney y otros investigadores se han descubierto varias especies de aves nuevas para la ciencia en años recientes.

En uno de los trabajos clásicos de la ornitología neotropical, Van Remsen y Ted Parker, dos de los pioneros en el estudio moderno de la historia natural y ecología de las aves amazónicas, demostraron que muchas especies de aves (el 15% de la avifauna no acuática) están restringidas a ambientes asociados con los ríos de la cuenca del Amazonas. Varias de esas especies llegan a un grado de especialización extremo, tal que se encuentran únicamente en las islas de origen aluvial que se forman a lo largo del Amazonas y sus tributarios. Algunos hallazgos recientes, el primero de los cuales ha sido noticia en los últimos días, indica que la especialización en ambientes de islas parece que no es única de las aves de la cuenca del Amazonas sino que también se extiende a la del Río Orinoco. La noticia a la que me refiero es la publicación en el número actual de la revista The Auk de la descripción de Synallaxis beverlyae, una nueva especie de ave de la familia Furnariidae descubierta en las islas del Orinoco (Venezuela) por Steve Hilty y David Ascanio. La especie se parece bastante a S. albescens en su plumaje, pero difiere marcadamente en el canto, el cual es más similar al de otras especies del género. Esta nueva especie, una más para el inventario del Neotrópico, parece estar restringida a la vegetación que crece sobre las playas de sedimento de las islas del Orinoco. La especie se ha encontrado desde la frontera con Colombia hasta la región del delta del Orinoco, lo que sugiere que tiene una distribución amplia en la cuenca a pesar de haber pasado desapercibida hasta ahora.

En mayo de 2007 tuve la oportunidad de conocer esta nueva especie de Synallaxis en el delta del Orinoco antes de que fuera descrita gracias a un viaje organizado por David Ascanio, coautor de la descripción original. El hábitat en que vimos la especie (ver foto de David en la isla tomada por Diego Calderón, con quien viajamos por Venezuela en esa ocasión) en las islas del Orinoco inmediatamente me recordó el hábitat de las islas del Río Meta (departamentos de Meta y Casanare, Colombia) que conozco hace más de 20 años. Especialmente, las islas se me parecieron mucho a las que uno encuentra sobre el Meta arriba de la boca del Río Yucao y en el tramo entre las bocas del Manacacías y el Cusiana. En diciembre de 2008 pasé un par de horas buscando aves en una de estas islas, unos kilómetros arriba de la población de San Miguel. Aunque no encontré el Synallaxis (hacía calor, mucha brisa y había que ir a pescar!), sí pude ver una pareja de Serpophaga hypoleuca, otra especie típica de ríos de tierras bajas al oriente de los Andes que permanece poco conocida, que fue documentada sólo recientemente para Colombia en el departamento de Arauca y que se encontraba también en las islas del Orinoco que visitamos en 2007. Hay que volver a esas islas del Meta.

La presencia de Synallaxis beverlyae en islas del Orinoco del estado venezolano de Amazonas, donde el río es el límite con el departamento colombiano de Vichada, sugiere que es casi seguro que la especie se encuentra también en Colombia y no sería raro que ya existan ejemplares en colecciones incorrectamente identificados como S. albescens. Falta por ver si la especie se encuentra también a lo largo del Río Meta y qué tanto se adentra a lo largo de este río en el país. Más aún, el hallazgo de Hilty y Ascanio sugiere que los llanos colombianos, una región que se supone es muy bien conocida ornitológicamente, podría todavía producir más descubrimientos sorprendentes como este.

3 comentarios:

Andres Cuervo dijo...

¡Quién sabe cuantas más! - pero lo que sí es muy probable es que esos hábitats poco estudiados revelen nuevas especies cuando sean colectados propiamente. Hago eco del Mono Hernández quien no se cansaba de decirlo.

De hecho, hay por lo menos otra especie de ave asociada a la vegetación de los ríos de la cuenca amazónica (i.e. en várzea) que aún no está descrita y para la cual hay buena evidencia de su presencia en Colombia. Ese caso es fascinante porque, primero, muestra que aún en un grupo de aves con capacidad de dispersión grande, como son las mirlas –grupo cosmopolita y las especies por lo general son ampliamente distribuidas– existe el potencial de especialización, y segundo, porque es un caso típico de diversidad críptica pues coexiste con otras dos especies relacionadas, a una de ellas se asemeja en fenotipo y a la otra en canto. Sin embargo, no sólo es lo complejo de una situación como esta, sino la carencia de exploraciones modernas a gran escala que cubran los diferentes microhabitas de regiones enteras lo que limita o, mejor, atrasa nuestro conocimiento de la biodiversidad a un punto en que puede ser ya tarde. Hace apenas cuatro años ornitólogos de la Colección Ornitológica Phelps, Caracas, encontraron otra ave (Amaurospiza carrizalensis) especialista de parches de bambú en una isla del Orinoco que fue posteriormente arrasada por una megaconstrucción. Aunque A. carrizalensis sigue siendo encontrada en parches de bambú en zonas aledañas, esto ejemplifica lo frágil que son las poblaciones de estos organismos especialistas a un hábitat restringido (¡como los parches de bambú de una isla riverina!) y lo cercano que pueden estar a la extinción sin que nos demos cuenta.

Paulo dijo...

Yo estaría mas inclinado a pensar que lo que realmente se necesita a parte de colectar especimenes, es dedicar mucho mas tiempo en campo observando y grabando aves en zonas pobremente estudiadas. Especialmente cuando la información que proveen las tradicionales pieles, esqueletos y huevos por si solos no son evidencia suficiente (en la mayoría de los casos – y con sus excepciones) para describir propiamente una especie en estos tiempos. Y más aun si se trata de suboscines (paseriformes con canto innato) donde hay tanta diversidad críptica como relata Andrés. Yo claramente no estoy en contra de colectar aves, lo he hecho muchas veces, y uso las pieles todo el tiempo, sin embargo en muchos de los artículos recientes sobre descripciones de especies nuevas (incluyendo a Scytalopus stilesi), las vocalizaciones, observaciones + ADN han tenido un peso enorme sobre las pieles por si solas. Como parte de la normatividad y de la tradición las pieles son necesarias – pero cada día pienso mas en cuantas pieles de aves sin describir habrán en gabinetes de museos, mal identificadas en base al plumaje o medidas corporales, esperando a que alguien las rescate y las incluya en una descripción que se basó principalmente en otro tipo de evidencia. El mismo Ted Parker, que pasaba casi 6 meses al año en el campo, revolucionó (como menciona Daniel) la ornitología Neotropical al dedicar mucho de ese tiempo observando y grabando únicamente.

Después de participar en el proyecto de Natalie & Joe Tobias sobre el rol de la ecología y el comportamiento en la especiación de Hypocnemis peruviana & Hypocnemis subflava (antes los llamaban Hypocnemis cantator a estas dos y otras mas) empecé a reflexionar seriamente en como bandos diferentes de ornitólogos (los que observan y los que pasan sin observar en detalle) pueden asignar un nombre a una especie en base a sus métodos. Los dos Hypocnemis por ejemplo son muy similares, y su canto también, pero si uno se detiene a observar con detalle su vida por algún tiempo (yo lo hice durante 8 meses) se da cuenta de que las llamadas, el hábitat, el comportamiento al buscar alimento, son increíblemente diferentes en un área reducida donde ambas especies viven juntas. Sin una expedición pasara, únicamente colectando, e incluso grabando por poco tiempo, temo que difícilmente notaría las diferencias, incluso (me atrevería a decir en este caso) examinando y comparando series de pieles, y medidas únicamente.

Como en el caso de la nueva especie de Synallaxis, sin las observaciones detalladas y los cantos, seguramente sería un piscuis raro, un sp. Es claro que la biología comparada esta parada en objetos e información propia de colecciones y museos, y que históricamente prevalece una tradición fuerte a colectar cierto tipo de datos. Pero, cual será el futuro de las descripciones científicas en base a técnicas tradicionales como pieles de gabinete? Otras ramas al interior de la biología han avanzado mucho en poco tiempo, por eso me inquieta qué otros métodos podrían ser usados (a parte de los tradicionales), para escudriñar y documentar la diversidad, en este caso de aves. Creo que es un reto enorme.

Andres Cuervo dijo...

No puedo estar más de acuerdo con el comentario anterior. Quizás usé la palabra menos inclusiva (colectados), no la precisa: documentados para referirme a la recolección, análisis e interpretación de información complementaria y eventualmente de fuentes independientes (ya sea de historia natural, molecular, fisiologica, ecologica, vocal, anatomica, colorimentrica, etc). Colectar es sólo una parte indispensable en ese proceso de documentar la diversidad e historia natural, pero quería ponerlo en términos del Mono. Los colectores modernos no van tras los especímenes únicamente para acumularlos en gabinetes, basta dar un vistazo rápido a la investigación que hacen los museos de historia natural hoy en dia en biología evolutiva, ecología, conservación y otras áreas - lo que ignoran muchos es que detrás de ese trabajo hay horas y horas de juiciosas observaciones de historia natural en campo.